El perrito cojo 6°
El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: " cachorros en venta". Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó: - ¿cuál es el precio de los perritos? el dueño contestó: -entre 30 y 50 dólares. El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas. -sólo tengo $ 2.37 ¿puedo verlos?
El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito regazado.- ¿qué le pasa a ese perrito? -preguntó. El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamo:-¡ese es el perrito que yo quiero comprar! El hombre replicó:-no. ti} no vas a comprar ese cachorro, si realmente lo quieres te lo regalo. El niñito se disgustó
Y, mirando el hombre a los ojos, le dijo: -No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2.37 ahora y 50 centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo. El hombre contestó: -hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros. El niño se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: -bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitara a alguien que lo entienda. El hombre se mordió el labio y con los ojos llenos de lágrimas, dijo: - Hijo espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.
Contribución de Carlos Vizcaya, en La culpa es de la vaca, Bogotá, Intermedio Editores, 2002
El trol que construyó una iglesia
La catedral de Trondheim es una de las más bellas de la cristiandad, y antiguamente tenía una torre tan alta como el cielo. La construcción de la propia iglesia fue una labor digna de San Olav (rey vikingo y después santo), pero colocar una torre sobre ella estaba más allá de sus capacidades. San Olav prometió el sol a quién construyera una torre. Dado que ningún hombre se atrevió a hacerlo, un trol que vivía en el acantilado Hadle, se ofreció a realizar el trabajo, a cambio de recibir lo prometido por San Olav.
Aparte el trol añadió otra condición, la de que San Olav no debía dirigirse a él por su nombre, teniendo en cuenta que él podría arreglárselas para saber quién era. A partir de ese momento, San Olav se encontró en un aprieto por la promesa hecha e intentó buscar alguna pista para conocer el nombre del trol. Así en una ocasión salió a navegar a media noche a lo largo del acantilado Hadle y llegó al lugar que aún se conoce como "La Vieja", donde para su sorpresa oyó a un niño llorar dentro de la roca y a su madre tratando de apaciguarlo con la promesa de que le daría " el oro del cielo, o sea el sol, cuando Tvaester volviera a casa".
Alborozado San Olav regresó a la ciudad en el último instante, ya que la torre hendía orgullosa el aire y el trol estaba fijando la última borla dorada en la veleta.
Entonces San Olav gritó: "¡ Tvaester, has puesto la veleta demasiado hacia el oeste". En el mismo instante en que el trol oyó su nombre cayó muerto.
Leyendas Vikingas
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